La maldita crítica
Criticar es la forma más evidente de mostrar la falta de conexión con uno mismo.
Hoy en día no sabemos mantener una conversación sin sacar a relucir los defectos del prójimo.
Dentro de la enorme acumulación de pecados que cargan en las espaldas de la humanidad actual, se encuentra uno a quien nadie da mayor importancia en comparación con la virulencia de otros más burdos y notorios: hablamos del pecado de murmuración, o el gusto por el comentario ocioso de los pecados o defectos de los demás.
El mundo está tan lleno de barro, que es muy difícil pasar por él a través sin mancharse con sus salpicaduras. En la vida ordinaria avanzamos entre faltas y defectos, y constantemente nos salen al paso, indignándonos, las miserias de los demás.
Entonces nos cebamos en ellos y los mordemos con tanta más saña como más antipatía experimentamos hacia sus personas. Pero no sólo eso, sino que nos goteamos en la crítica de los que conviven bajo nuestro mismo techo, de los que nos llevaron al mundo, y de los que llamamos a nuestros amigos.
El grado de mediocridad de una persona puede medirse por la cantidad de tiempo que dedica a criticar la vida de los demás. Criticar es la forma más evidente de mostrar la falta de conexión con uno mismo. A menudo, cuando uno dedica tiempo y recursos a criticar a otros, es porque es víctima de su propia frustración. Su vida no le gusta, pero en vez de aceptar su situación e iniciar un cambio, intenta justificarse rebajando y deteriorando la vida de los demás con sus dardos malintencionados.
No digas cosas falsas por el bien del interés personal o sencillamente por impresionar. No pronuncies palabras que causen desviación y odio a otras personas. No difundas noticias de que no sabes si son ciertas. No critiques o condenes cosas de las que no estás seguro. Habla siempre verdadera y constructivamente.
La persona que se encuentra bien consigo misma no mira a los lados, sino que pone toda su atención en avanzar en la dirección de sus objetivos.
Joan Carlos Sasplugas i Vilagut, nació en Barcelona el 27 de agosto de 1958. Se define como un espectador de la vida, que ha disfrutado literalmente de su trabajo desde el primer día que empezó a trabajar. Alguien lo presentó como un coleccionista de aforismos, que desnuda su alma tomando como punto de partida el conjunto de creencias que defiende. Y seguramente es así. Es el autor de La reflexión del día y Proyecto Felicidad, ambos publicados en Tarannà Edicions.