La alquimia de la felicidad

09/10/2023
Joan Carles Sasplugas

Nuestro pensamiento define nuestra realidad

William Shakespeare, el bardo inmortal, nos dejó una joya de sabiduría que sigue resonando en las estanterías del tiempo: "Nada es bueno o malo, sino que el pensamiento es lo que hace que las cosas sean buenas o malas". Esta máxima atemporal no sólo refleja la relatividad de nuestra percepción, sino que también da luz sobre una verdad irrefutable: tenemos poder sobre la calidad de nuestras vidas a través del dominio de nuestros pensamientos.

Cuando comprendemos que la experiencia interna puede ser moldeada, nos convertimos en arquitectos de nuestra serenidad. No se trata de negar las dificultades o de abrazar a una ceguera optimista, sino de ejercer una conciencia aguda de cómo nuestras cogniciones influyen en nuestro bienestar. Nuestro diálogo interno, esa voz que suele susurrarnos en la oreja, puede ser el malvado o el héroe en la trama de nuestra vida. Puede arrastrarnos hacia un abismo de desesperanza o elevarnos hacia cimas de ésta.

En el laboratorio de nuestra mente se fermentan emociones y juicios, y dependiendo de cómo destilamos estos ingredientes, podemos engendrar un néctar dulce o un veneno amargo. Pensamos en el concepto budista de dukkha, que a menudo se traduce como sufrimiento, pero que, más precisamente, sugiere una calidad de insatisfacción perpetua. Podemos encontrar un antídoto a este estado al adoptar una postura mental que reconfigura nuestras percepciones, permitiéndonos habitar un espacio donde la paz y la contentación florezcan.

En última instancia, ser dueños de nuestra experiencia interna es el pasaporte más seguro hacia una vida plena. Cuando dejamos de ser meros espectadores de nuestras circunstancias y nos erigimos en directores conscientes de nuestro guión interior, nos aproximamos al edén evasivo que todos anhelamos: la felicidad.

Joan Carles Sasplugas

09-10-2023