¿Interesa el Futuro?
Hagamosque el futuro valga la pena
El futuro, esa promesa etérea que se dibuja en el horizonte, fue magistralmente definido por Woody Allen cuando dijo: “Me interesa el futuro porque es donde viviré el resto de mi vida”. En esta época de Navidad y de renovación que acompaña al Año Nuevo, la frase de Woody adquiere una profundidad inusitada. Nos encontramos ante un momento en el que no sólo celebramos, sino que también reflexionamos sobre el devenir, un futuro que no es meramente un tiempo para llegar, sino un lienzo que construimos con cada acto cotidiano.
Es fácil caer en el ritualismo de hacer listas de propósitos vacíos que rara vez se cumplen. Pero ese cambio de calendario nos ofrece una oportunidad para algo más trascendental: preguntarnos cómo podemos contribuir a un mundo mejor. No se trata de delegar esta responsabilidad en los gobiernos o en grandes organismos internacionales. Si algo nos enseñan las luces navideñas, que brillan en las ciudades y pueblos de todo el mundo, es que cada pequeño destello cuenta. Cada uno de nosotros, con nuestras acciones diarias, es una chispa que puede encender el cambio.
La paz, esa palabra tan ansiada como esquiva, comienza en el corazón de cada ser humano. Construir un mundo pacífico no requiere acuerdos diplomáticos complejos, sino actos de bondad, comprensión y respeto a nuestras interacciones más simples. Al respetar las diferencias, sean de pensamiento, de cultura o de creencias, damos un paso hacia un futuro más armónico. La diversidad no debe ser motivo de miedo, sino de celebración. Al reconocer la singularidad de cada individuo, descubrimos que nuestras diferencias nos enriquecen como humanidad.
La solidaridad también debe ser un pilar de nuestra existencia. En un mundo que, paradójicamente, está más conectado que nunca, pero también más fragmentado, extender una mano a quien sufre, a quien carece, a quien busca apoyo, es un acto revolucionario.
Al adentrarnos en 2025, es crucial también replantearnos nuestra relación con el planeta. La sensibilidad hacia la naturaleza no es ni un lujo ni una moda, sino una necesidad urgente.
El futuro es una obra en construcción. En nuestras manos existe la posibilidad de amoldarlo. No lo desperdiciamos. Que este 2025 sea un punto de inflexión, un tiempo en el que las palabras se conviertan en acciones y las acciones en un legado digno de ser recordado. Porque, como dijo Allen, el futuro es donde viviremos el resto de nuestras vidas. Hagamos que valga la pena.